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lunes, 24 de marzo de 2014

Las primeras flores de la primavera.

Cuando el cielo tempestuoso ruge sordamente y caen los chubascos de junio, el húmedo viento del este camina a través de los brezales para tocar la cornamusa entre los bambúes.
Entonces, innumerables flores se abren de súbito; nadie sabe de dónde han salido, y se las ve bailar locamente sobre la hierba.





Madre, estoy segura de que las flores tienen una escuela bajo tierra.
Cuando hacen sus deberes las puertas se cierran, y si antes de que sea la hora quieren salir para jugar, el maestro las manda castigadas al rincón.
Tienen vacaciones cuando llega la época de las lluvias.




Las ramas entrechocan en el bosque y las hojas se estremecen con el viento furioso, las gigantescas nubes dan unas palmadas y las flores salen corriendo, con sus vestidos rosados, amarillos y blancos.
¿Sabes? Las flores viven en el cielo, como las estrellas. ¿No te has fijado qué deseos tienen que llegar allí arriba? ¿Y sabes el porqué de tanta impaciencia? Yo sí, yo adivino hacia quién tienen sus brazos: las flores tienen, como yo, una madre.

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