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lunes, 24 de marzo de 2014

Las primeras flores de la primavera.

Cuando el cielo tempestuoso ruge sordamente y caen los chubascos de junio, el húmedo viento del este camina a través de los brezales para tocar la cornamusa entre los bambúes.
Entonces, innumerables flores se abren de súbito; nadie sabe de dónde han salido, y se las ve bailar locamente sobre la hierba.





Madre, estoy segura de que las flores tienen una escuela bajo tierra.
Cuando hacen sus deberes las puertas se cierran, y si antes de que sea la hora quieren salir para jugar, el maestro las manda castigadas al rincón.
Tienen vacaciones cuando llega la época de las lluvias.




Las ramas entrechocan en el bosque y las hojas se estremecen con el viento furioso, las gigantescas nubes dan unas palmadas y las flores salen corriendo, con sus vestidos rosados, amarillos y blancos.
¿Sabes? Las flores viven en el cielo, como las estrellas. ¿No te has fijado qué deseos tienen que llegar allí arriba? ¿Y sabes el porqué de tanta impaciencia? Yo sí, yo adivino hacia quién tienen sus brazos: las flores tienen, como yo, una madre.

viernes, 7 de marzo de 2014

Se acaba el invierno.

Llega el invierno. Espléndido dictado me dan las lentas hojas vestidas de silencio amarillo.Soy un libro de nieve, una espaciosa mano, una pradera, un círculo que espera, pertenezco a la tierra y a su invierno.




Creció el rumor del mundo en el follaje, ardió después el trigo constelado por flores rojas como quemaduras, luego llegó el otoño a establecer la escritura del vino: todo pasó,, fue cielo pasajero la copa del estío, y se apagó la nube navegante.




Yo esperé en el balcón tan enlutado, como ayer con las yedras de mi infancia, que la tierra extendiera sus alas en mi amor deshabitado.





Yo supe que la rosa caería y el hueso del durazno transitorio volvería a dormir y a germinar: y me embriagué con la copa del aire hasta que todo el mar se hizo nocturno y el arrebol se convirtió en ceniza.



 

La tierra vive ahora tranquilizando su interrogatorio, extendida la piel de su silencio. Yo vuelvo a ser ahora el taciturno que llegó de lejos envuelto en lluvia fría y en campanas: debo a la muerte pura de la tierra la voluntad de mis germinaciones.